Monday, June 26, 2006

El Elogio de la Sombra

La semana pasada me leí un libro que me recomendó Inés llamado “El elogio de la sombra”, de un tal Tanizaki. Resulta que el este hombrecillo escribió el libro en 1933 cuando todavía Japón no se había occidentalizado tanto. Por este motivo escribe cosas tan curiosas como esta:

Los orientales intentamos adaptarnos a los límites que nos son impuestos, siempre nos hemos conformado con nuestra condición presente; no experimentamos, por lo tanto, ninguna repulsión hacia lo oscuro; nos resignamos a ello como a algo inevitable: que la luz es pobre, ¡pues que lo sea!, es más, nos hundimos con deleite en las tinieblas y les encontramos una belleza muy particular.

En cambio los occidentales, siempre al acecho del progreso, se agitan sin cesar persiguiendo una condición mejor a la actual. Buscan siempre más claridad y se las han arreglado para pasar de la vela a la lámpara de petróleo, del petróleo a la luz de gas, del gas a la luz eléctrica, con el último refugio de la sombra

Si Tanizaki levantara la cabeza…

También comenta que echa de menos, como viejo que es XD, las buenas costumbres que se van perdiendo. Y eso sobre todo lo nota en la iluminación. Antes jugaban más con las sombras (el hombre tiene una extraña obsesión por la sombra y la oscuridad XD), y ahora (en 1933), dice que se iluminaba todo (y eso que no llegó a ver los carteles luminosos).

Soy el primero en reconocer que las ventajas de la civilización contemporánea son innumerables y además las palabras no van a cambiar nada. Japón está irreversiblemente encauzado en las vías de la cultura occidental, tanto que no le queda sino avanzar valientemente dejando caer a aquellos que, como los viejos, son incapaces de seguir adelante. No obstante, como nuestra piel nunca cambiará de color, tendremos que resignarnos a soportar eternamente unos inconvenientes que sólo padecemos nosotros.

Interior de un templo japonés

En lo que a mi respecta, me gustaría resucitar, al menos en el ámbito de la literatura, ese universo de sombras que estamos disipando… Me gustaría ampliar el alero de ese edificio llamado “literatura”, oscurecer sus paredes, hundir en la sombra lo que resulta demasiado visible y despojar su interior de cualquier adorno superfluo.


Una de las partes que más me gustaron del libro (aunque el libro entero es muy bonito ^-^), es cuando habla de por qué prefiere que se sirva la sopa en un recipiente oscuro (lo que él llama recipiente de laca) en vez de en cerámica (lo que usan los occidentales).

[…] ‘Todas estas son buenas razones para explicar por qué se sigue sirviendo hoy en día la sopa en un cuenco de laca, pues un recipiente de cerámica está muy lejos de dar satisfacciones comparables. Y sobre todo porque, en cuanto levantas la tapa el líquido encerrado en cerámica te revela inmediatamente su cuerpo y color. En cambio, desde que destapas un cuenco de laca hasta que te lo llevas a la boca, experimentas el placer de contemplar en sus profundidades oscuras un líquido cuyo color apenas se distingue del color del continente y que se estanca, silencioso, en el fondo. Imposible discernir la naturaleza de lo que hay en las tinieblas del cuenco pero tu mano percibe una lenta oscilación fluida, una ligera exudación que cubre los bordes del cuenco y que dice que hay un vapor y el perfume que exhala dicho vapor ofrece un sutil anticipo del sabor del líquido antes de que te llene la boca. ¡Qué placer ese instante, qué diferente del que experimentas ante una sopa presentada en un plato plano y blancuzco de estilo occidental! No resulta muy exagerado afirmar que es un placer de naturaleza mística, con un ligero saborcillo zen

¿Verdad que es bonito? XD Habrá que probarlo, igual de esa forma me sabe mejor la crema de verduras… ¬¬U

Bueno, no os aburro más, sólo termino con una reflexión que hace sobre el futuro de Japón sin Occidente

Occidente ha seguido su vía natural para llegar a su situación actual; pero nosotros, colocados ante una civilización más avanzada, no hemos tenido más remedio que introducirla en nuestras vidas y, de rechazo, nos hemos visto obligados a bifurcarnos en una dirección diferente a la que seguíamos desde hace milenios. [...] Creo que es lícito que nos preguntemos sobre ello e intentemos determinar en qué medida estamos en desventaja respecto de los occidentales’.